Publicado 20/03/2024 08:17

La Zona de Interés (Reseña)

Archivo - 27 January 2024, Berlin: A rose lies on a stele at the Memorial to the Murdered Jews of Europe to mark the International Day of Commemoration in Memory of the Victims of the Holocaust.
Archivo - 27 January 2024, Berlin: A rose lies on a stele at the Memorial to the Murdered Jews of Europe to mark the International Day of Commemoration in Memory of the Victims of the Holocaust. - Christoph Soeder/dpa - Archivo

FLORIDA, 20 Mar. (María Teresa López Rodríguez) -

Al genocidio judío cometido por la Alemania nazi se le conoce por varios nombres. Como "Holocausto", que proviene del griego antiguo y se refiere a una gran destrucción de la vida, especialmente con fuego; o "Shoá", en hebreo, que significa "la catástrofe".

El cine también ha hecho uso de su lenguaje para describirlo una y otra vez. Varios directores han sabido hilvanar con distintos géneros sus complejos hilos. Algunos a través del drama histórico, como Steven Spielberg en 1993 con "La lista de Schindler", o Roman Polanski en 2002 con "El Pianista", ambas ganadoras del Óscar a Mejor Película en sus años de competición. Otros se han atrevido a entretejerlo con humor, como Roberto Benigni en "La vida es bella (1997)" o Taika Waititi en 2019 con "Jojo Rabbit", lográndolo magistralmente.

El director y guionista británico Jonathan Glazer, escogió el género dramático para contarnos los hechos de una forma que no habíamos visto antes. La suya es sobria, quieta, sofocante, y está basada en la novela del escritor inglés Martin Amis.

"La Zona de Interés" es una experiencia de 105 minutos. Somos nosotros observando a la familia del comandante nazi Rudolf Höss, en su apacible convivencia. Nosotros observando su casa de paredes empapeladas y florido patio. Los vemos celebrando cumpleaños, comiendo, durmiendo, en medio de la luz y el sonido de la muerte que no los inmuta.

Porque la zona que interesó al director es Auschwitz, un complejo de tres campos de concentración ubicado en Polonia, en el que se exterminó a un poco más de un millón de personas entre 1940 y 1945, en su inmensa mayoría judíos.

Pero ellos no son los protagonistas de esta película, sino la calma aterradora que reina en esa casa. El símbolo de triunfo que esa edificación representa. Y también el sonido permanente, cotidiano y perturbador, que no hubiéramos sabido tan imprescindible y que la convirtió en ganadora en la categoría Mejor Sonido en la 96.ª edición de los Premios Óscar, además de recibir el galardón a Mejor Película Extranjera.

La película no termina sin el recordatorio necesario de que la historia retratada no tiene base en la ficción; y que habrán tantas dignas miradas al Holocausto o al Shoá, como buenos cineastas ávidos de contarlas.