Publicado 28/02/2024 10:13

La mezquita-catedral de Córdoba

Archivo - Turistas ante el mihrab de la Mezquita-Catedral de Córdoba.
Archivo - Turistas ante el mihrab de la Mezquita-Catedral de Córdoba. - EUROPA PRESS - Archivo

FLORIDA, 28 Feb. (María Teresa López Rodríguez) -

Descubre Córdoba este verano: Un día inolvidable entre historia, sol y la mágica dualidad de la Mezquita-Catedral.

Un día inolvidable pudiera ser cualquier día del año. Por ejemplo, un sábado 27 de enero, en Córdoba, Andalucía. Una tierra al sur de la España que un día se llamó Al-Andalus, que no esconde sus florecidas cicatrices helenísticas, romanas, bizantinas, cristianas e islámicas. Las exhibe con orgullo.

Un día inolvidable pudiera tener un cielo azul despejado, un sol que acaricia a veinte grados Celsius y un patrimonio cultural de la humanidad como destino.

Las calles entrelazadas de esta vieja ciudad pudieran conducirte al conjunto monumental Mezquita-Catedral de Córdoba, lugar de estudio para arquitectos e historiadores, y de admiración para cualquier visitante.

En un día así atravesé una de las puertas que conducen al Patio de los Naranjos de la que es Catedral de Santa María desde el año 1146; como tantas almas habrían hecho lo mismo a través de los siglos, en búsqueda de consuelo a sus tristezas, en gesto de agradecimiento en la alegría, en humilde intención de adoración o simplemente arrastrando sus deseos a los pies de Dios, o de Alá.

El folleto informativo del lugar me cuenta que esta edificación fue también, en el siglo VI, la Basílica Visigoda de San Vicente. Tras la llegada de los musulmanes al territorio y durante el califato de Abderramán I (786-788), comenzó la construcción de la mezquita, modificada sucesivamente en los siguientes gobiernos musulmanes, buscando la ampliación de la sala de oración en función del esplendor político, social y cultural de la ciudad. Después de la Reconquista, el lugar se consagró al culto católico y se modificó en función de este. Así, tenemos un lucernario en el que se ubica un altar, un campanario que esconde un alminar, y la inserción de varias capillas.

Continúo hacia el interior y me sumerjo en un bosque de cientos de columnas y arcos bicolores en forma de herradura. El espacio parece infinito. Por increíble que me parezca, en medio de este bosque coexiste una catedral. Camino sobre el pavimento de ladrillo rojo y mármol, la busco, y allí está.

Me pregunto qué tan diferentes pueden ser estos dos templos, senos de las dos religiones más practicadas del mundo. Y la realidad es que sus celebraciones religiosas son tan distintas como sus estructuras.

Una mezquita está diseñada para unir a los fieles en oración y ayudarlos a orientarse en dirección a La Meca, ciudad sagrada de la religión musulmana, hacia la que tienen que rezar cinco veces al día.

Consta de varias partes, como la sala de oración, también llamada haram, donde se congrega la comunidad. El imán es la persona que dirige las oraciones dentro de esta religión y lo hace desde el minbar en la predicación de los viernes. El mihrab está al lado del minbar y es una hornacina que marca la orientación a La Meca, incrustado en un muro llamado quibla. En el exterior, suelen encontrarse fuentes y pilas de agua para las abluciones rituales y el minarete, una torre desde la que se hace la llamada a la oración. Aunque no es requisito ritual, algunas tienen cúpulas.

En una mezquita no debe haber imágenes figurativas o estatuas humanas. Hay, en cambio, interés por el ornamento geométrico y la numerología, caligrafía árabe con versículos del Corán u otros textos sagrados, ventanas con celosías, tapices y alfombras, lámparas y candelabros.

Esta fue la segunda mezquita más grande del mundo hasta 1588, cuando la superó en tamaño la Mezquita Azul. Su quibla está orientada al sur como la mezquita de Damasco y no a La Meca, algunas teorías dicen que se trata de un error de cálculo y otras que fue algo totalmente intencional. Entre sus paredes, ocurrieron ceremonias de juramento de príncipes herederos y nuevos califas y se adoró a Alá durante casi ocho siglos. Su innovador y elegante diseño impresionó y enamoró incluso a sus conquistadores.

"Los arcos dobles, que alternan ladrillo rojo y piedra, buscaban aportar altura y dar la sensación de una escala mayor. Los árabes eran amantes de los arcos como sistema estructural, lo preferían al dintel. Además, tienen connotación mística porque están relacionados con la bóveda celeste. Pero los arcos limitan mucho el tamaño libre de los espacios y por eso aparecen las columnas, que hacen del sitio algo extraño para la cultura occidental", me cuenta el arquitecto y laureado escritor dominicano José Enrique Delmonte.

Termino mi recorrido sentada en los bancos de la Capilla Mayor. Observo con detalle sus elementos góticos, renacentistas y barrocos. Miro el amplio altar, sus imágenes y esculturas, la sillería del coro, el pasillo que se abre entre los bancos, por donde transitan sacerdotes, diáconos y monaguillos para celebrar la Eucaristía; y sonrío a los querubines esculpidos en las columnas. Aprecio su verticalidad y su luz.

La superposición de un dogma sobre el otro era muy común en esos tiempos. En este complejo monumental, se evidencia un respeto por gran parte del legado musulmán, algo que no ocurrió en otras catedrales españolas.

"Considero que la singularidad de la Catedral de Córdoba es la superposición armónica de las dos visiones. A mí me sorprende mucho el respeto que hubo por lo que precedió, independientemente de la muestra de dominio ejercida. De hecho, siglos después de la reconquista se siguieron construyendo edificaciones en estilo "mudéjar", como se llamó a los árabes que, pagando un tributo, seguían viviendo entre los cristianos, y como en arquitectura se conoce a todo lo construido por ellos o con sus influencias en esa etapa", explica José Carlos Poleo, arquitecto del Arzobispado de Camagüey, Cuba.

Cruzo el Patio de los Naranjos buscando la salida. No sé en qué parte exacta de la mezquita o de la catedral dejé yo también mis deseos, como lo han hecho tantos y como lo seguirán haciendo otros, en algún día inolvidable, en Córdoba.