MADRID 20 Jun. (EUROPA PRESS) -
El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, ha llegado este viernes a Turquía en una poco frecuente visita oficial al país durante la que se reunirá con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en un gesto de acercamiento entre ambos países, que no cuentan con relaciones diplomáticas y cuya frontera está cerrada desde los años noventa.
La portavoz de Pashinián, Nazeli Baghdasarián, ha señalado que el primer ministro armenio se encuentra "en una visita de trabajo" y ha agregado que ha sido recibido en el aeropuerto de Estambul por el viceministro de Exteriores turco, Berris Ekinci, según un comunicado publicado en su cuenta en la red social Facebook.
"Pashinián se reunirá esta tarde con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan", ha dicho, antes de destacar que también participará en una reunión con "representantes de la comunidad armenia local", sin que por ahora haya más detalles sobre su agenda de trabajo.
El desplazamiento de Pashinián a Turquía, el segundo desde su llegada al cargo en 2018, fue descrito esta misma semana como "histórico" por el presidente del Parlamento armenio, Alen Simonián, quien resaltó que "todas las cuestiones regionales serán abordadas" durante la reunión entre el primer ministro de Armenia y Erdogan.
Turquía cortó sus relaciones con Armenia en 1993 a raíz de la ocupación armenia de la región azerí de Nagorno Karabaj, que proclamó su independencia e instauró unas instituciones separatistas rechazadas por Azerbaiyán, que en 2023 logró recuperar el territorio tras varias ofensivas militares en esta zona, de mayoría armenia.
Ankara y Ereván nombraron en 2021 enviados especiales y abrieron un diálogo para restablecer lazos diplomáticos, si bien desde entonces no se han registrado avances significativos en sus lazos bilaterales, dañados por la negativa de Turquía a reconocer el genocidio perpetrado a principios del siglo XX contra la comunidad armenia en el entonces Imperio Otomano.
Turquía no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieran, pero no admite que se tratase de un genocidio, a pesar de ser reconocido como tal por parte de numerosos estudiosos y países de la comunidad internacional, y sostiene que las muertes no fueron resultado de un plan de exterminio masivo por parte del Imperio otomano.